martes, 14 de agosto de 2012
Cascadas
Soñé que caminaba por senderos que me abrazaban con árboles, piedras, y pequeños arroyos que me conducían hacia una cascada con agua fresca. Entremedio las sombras de los árboles, la humedad creciente y la vegetación profusa me hacían confundir la hora en la que estaba atravesando esos senderos.
También soñé con subidas dificultosas entre ramas y piedras, soleados paisajes, cantos de pájaros y frescura vegetal. En realidad no eran sueños, sino recuerdos de pequeñas experiencias recorridas en mis Sierras Chicas.
Los Hornillos
Es uno de los saltos más atractivos de la zona. Hay que llegar a los pozos verdes por la margen izquierda del paredón del dique La Quebrada, y emprender una caminata de unos 45 minutos, cruzando el arroyo, pisando piedras, embarrándote en distintos cruces y peldaños.
Es recomendable emprender el recorrido por la parte alta de los Pozos Verdes para ver el zigzagueo del arroyo desde arriba y contemplar un paisaje que transmite armonía y tranquilidad. Ya en el curso del arroyo el sonido del golpe de las pequeñas olas que se forman a partir del choque con las piedras es encantador. La dimensión enfrentada con la rutina de nuestras actividades cotidianas.
Más cruces por el río entre piedras, sensación de aventura. La llegada a la olla principal y el salto resulta un premio a un mediano esfuerzo físico que nunca deberíamos abandonar. Los lugareños le agregan a esta visita el ascenso a la olla del puma, que es un sitio de indiscutible belleza y tranquilidad, además de que ofrece un espejo de agua incomparable para disfrutar en temporada.
Bamba
Hay una historia que conocer antes de llegar a esta cascada: la leyenda del indio Bamba. Ese mestizo que raptó a una mujer de la alta sociedad cordobesa como ocurre en las novelas de Florencia Bonelli. Fueron perseguidos, tuvieron hijos y él murió de manera trágica cayendo en esas aguas. Para acceder a esta cascada hay que llegar a la estación de Bamba en La Calera. Hacer una primera escala en el bar de Beto, siempreeee!!! y recorrer algunos metros a pie por la vías del ferrocarril que hoy utiliza el Tren de las Sierras.
A mano izquierda, en donde se advierten unas viejas ruinas hay que saltar un alambrado y emprender el recorrido a través de un sendero típico de nuestras sierras. La vegetación es atrapante, el agua completamente cristalina y las sombras de los árboles y las piedras te transportan a un paisaje de ensueño. Cómo no tejer historias o inventar leyendas en ese lugar?.
La primera impresión de la cercanía de la cascada te puede hacer incurrir en una equivocación. Es que justo antes del salto principal, otra caída de caudalosas dimensiones te hace pensar que llegaste. Pero aún falta un ascenso de casi 90 grados que te depositará en la pequeña olla y el salto que pocos llegan a conocer. Desde los rieles hasta el salto se deben caminar unos 50 minutos con exigencia media. Como en Los Hornillos, existe un sendero, muchas veces tapado por las malezas, que conduce arriba y ofrece otros encantos.
Aunque el caudal de la cascada no es tan impactante como otras, el recorrido para encontrarla es una aventura indiscutible.
Los Cóndores
Es quizás, junto a la de Bamba, una de las que ofrece mayor riqueza de vegetación. Para quienes vivimos en una ciudad semiurbana, esto es una selva. Paisajes que cambian de color según las sombras y la hondura de los árboles que llegan a taparlo todo. Pequeñas ollas intermedias a modo de piletas naturales con agua semicálida. Los helechos más lindos del mundo están acá, aunque alguien pueda sostener lo contrario.
Para llegar a la olla y el salto principal hay que atravesar una “noche” de piedras, árboles y agua fría que contrasta con el sol abrasador que podremos mirar una vez sentados en uno de los troncos desde los que se disfruta la cascada y, de fondo, la clásica postal de loma serrana.
El baño en sus aguas ofrece un refresco incomparable.
La vuelta se convierte en una fiesta entre frutales y cantares cadenciosos del arroyo, caballos a los costados y algunos baquianos que disfrutan ciertamente de esas bellezas cada día.
Los Guindos
De todas las cascadas de esta parte de las sierras de Córdoba es, quizás, una de las pocas que casi no derrama agua en su caída. Algo tendrán que ver las estancias reacondicionadas sobre el nuevo camino de El Cuadrado y los desvíos del curso natural que la abastecía aguas arriba. Para encontrarla hay que llegar hasta Colanchanga, pasar El Ombú y el Nido Gaucho, dos abastecimientos tradicionales del sector, y desviar por el camino que va a la izquierda apenas se pasa esa segunda pulpería.
Un sendero te conducirá hasta la caída de agua en medio de otra vegetación amigable y sorprendente. Se puede ascender a su curso por un sendero que está a la derecha y observar la típica vegetación serrana en contraste con el sol y las sombras. Aconsejo llevar un libro o una revista para leer mientras reposas en una de las piedras que está al pie de la cascada, la tranquilidad es trascendente en un lugar al que pocos llegan.
La Estancita
El salto de La Estancita es, quizás, el más fácil de acceder. En auto se llega prácticamente hasta su fuente sin mayor esfuerzo. Por el nuevo y pavimentado camino de El Cuadrado, se llega hasta el desvío hacia La Estancita, y el vehículo se puede dejar estacionado, con cuidado, a unos 500 metros de sendero de montaña hasta el salto de unos 14 metros de altura. Sin embargo, para mí, el mejor recorrido para disfrutar de ese lugar comienza unos dos kilómetros más adelante del desvío convencional de la cascada.
Hay que seguir de largo y llegar hasta la escuelita rural y la capilla que tan bien pintó José Malanca, bordear el arroyo, que ofrece hermosas ollitas a su paso, y disfrutar de los verdes más bonitos de las Sierras Chicas. Por esa cuestión de la facilidad del acceso es la que más gente recibe los días de calor. Un auténtico oasis de refresco, que te factura el regreso en su empinada subida, que al conocerla es una plácida bajada, pero al volver se vuelve una cumbre exigente. Pero el esfuerzo vale la pena.
Las cascadas son opciones para esos días en que todo parece estar bajo control y la vida se vuelve un aburrimiento. Un premio para quienes no vivimos en ciudades colmadas de cemento y luces artificiales.
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Tu relato me produjo un flashback y de pronto volví a mi adolescencia cuando esos lugares eran mi mejor refugio, donde todo me hacía pensar que cualquier cosa podía ser posible y alcanzable. Gracias Guille!
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