martes, 6 de noviembre de 2012

Territorios de personajes

Mientras la mayoría de nosotros vivimos pendientes de nuestras rutinas, oficios y trabajos, muchas personas, por instantes se convierten en personajes que viven una realidad, diametralmente distinta a las nuestras. Seguro tienen sus problemas, sus angustias, sus incertidumbres, pero encuentran puntos de fuga que los ayudan a vivir con sensaciones distintas. Aquí, les comparto cinco historias que publiqué en distintos medios, y que por las recomendaciones y los comentarios de los lectores, lograron perforar esos universos diarios que nos mantienen disconformes con nuestros territorios convencionales.
Rubén Vergara, el letrista de Salsipuedes
Daniel Lucca, el chico grande que mantiene la afición de los radioaficionados
Sergio Lartigue, el repartidor de volantes de Río Ceballos
Cristian Torosian, el empresario que se convierte en mago solidario
Carlos Leonangeli, el yuyero de las sierras En su casa del barrio El Pueblito de Salsipuedes, Carlos Leonangeli reconoce que es feliz. Mira por la ventana un día lluvioso y festeja la humedad que le ayudará a desarrollar sus plantas. En su vivero cuenta con más de 450 especies, que aprendió a combinar para llevar alivio a muchas personas. Se autocalifica como naturópata. “Las plantas nos dan todo”, afirma. Carlos quedó viudo hace más de 10 años, tiene varios nietos, vive solo y la casa que habita le ha quedado enorme. Sin embargo, reconoce que desde hace casi dos décadas su vida cambió, para bien, añade. En 1985 tuvo una grave crisis de salud que lo llevó al borde de la muerte. Era contador de una importante concesionaria de autos, tenía recursos, posibilidades económicas y atención médica de privilegio. Sin embargo, a los profesionales que lo atendían se le “quemaron” los libros y no consiguieron dar con el diagnóstico certero de la enfermedad que lo aquejaba. Fue entonces que se topó con el fenómeno que le cambiaría su vida, y también su enfermedad, las plantas y las hierbas medicinales. “Después de peregrinar por consultorios, clínicas y hospitales sin ningún resultado, decidí abandonar todo y buscar alguna solución en Cuba. Tuve la suerte de poder viajar y comenzar nuevos tratamientos que me ayudaron a mejorar, y fundamentalmente a aprender la importancia de las plantas”, cuenta Carlos, en lo que hoy se ha convertido en una especie de consultorio por el que pasaron miles de personas en estos últimos 15 años, en busca del alivio que no encontraron en las drogas de la medicina convencional. Así, de ser angustiado contador, pasó a tratar directamente con la naturaleza. “Después de muchos años aprendí a entender los prospectos de los remedios convencionales, que jamás hablan de curar, sino de aliviar, efecto que con el tiempo se vuelve contrario, porque el paciente se vuelve dependiente, y a medida que el tiempo pasa pierde efecto, y termina siendo rehén”, cuenta. A medida que se distanciaba de los tratamientos médicos, comenzó a escucharse a sí mismo y a su cuerpo. “Empecé a instruirme en conocimientos de medicina, propiedades de las plantas, terapias psicológicas y desde allí mi vida cambió. Me mudé a este lugar, y mis tiempos cambiaron radicalmente, estabilicé mi cabeza, aumenté 10 kilos, me doy tiempo para disfrutar de mis hijos y mis nietos, y me animé a desarrollar este centro de estudios de fitomedicina y antropología médica”, relata. Su método de atención se basa en la situación del sistema nervioso central y el aparato digestivo de las personas que lo consultan; y el tiempo que le dedica a cada uno para tratar de desgranar la causa de la dolencia que les aqueja. “La mayoría de las veces nos enfermamos por emociones”, describe. A partir de su diagnóstico les sugiere infusiones, tés, tisanas con plantas que cultiva en su propio herbario y que él mismo prepara, en algunos casos en combinaciones. “Las plantas sirven para regular y activar las reacciones en nuestros cuerpos, y posibilitan una mejor acción terapeútica, y menos dañina”, explica. En el herbario el 65 por ciento de las especies corresponde a plantas de la zona, un 25 por ciento de la zona de traslasierra, y el resto corresponde a hierbas importadas. “Cuando comencé con este desafío me nutrí de los conocimientos de un médico naturista peruano (Juan Carlos Alaniz)”. Una vez instalado acá corroboraba los efectos de las plantas con el uso que le dan los lugareños, y así fue desarrollando este método. “Hay que desarrollar una sensibilidad para descubrir la vida secreta de las plantas, sus ciclos, sus características, sus propiedades. Nos dan todo, y no son drogas ni están para adorno”. Así adoptó esta filosofía de vida el yuyero de El Pueblito, y es feliz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario